Foto/Francisco De Luna |
Francisco De Luna
Xalapa, Ver.-Entre los muros del inmueble de la
antigua fábrica de textil “San Bruno” se encierran las historias de luchas
sindicales. Ahí resuenan los ecos laborales que datan de 1852.
Las décadas
transcurrieron hasta convertirse en guarida de pandilleros que al paso de los
años destruyeron y “pintaron” sus propias leyendas urbanas.
Recorrer el sitio es perderse entre laberintos, cada
puerta conduce a otra, da paso a cuartos espaciosos, pero también a pasillos
reducidos ahí donde la vista se pierde entre los paredones con amplias ventanas
y muros destruidos.
Foto/Francisco De Luna |
El edificio es muy antiguo, las paredes están
carcomidas, húmedas y grisáceas; la hierba se ha apoderado de los cimientos, se
aferra a ellos como la historia y los relatos que parecen atrapados en las tres
hectáreas que integran este predio.
En este lugar la historia de antaño se mezcla con la
vida urbana, donde los rayones y grafitis cuentan momentos de inseguridad,
peleas callejeras, de amores clandestinos y el consumo de drogas.
Adentro aún quedan las evidencias de la producción
de telas, hay hilos, algodón, rondanas, herrería de la maquinaria, los pozos
donde se coloreaban los telares, tienen en su poder el silbato de la fábrica,
así como fotografías en sepia, blanco y negro; también planos e imágenes de los
jornaleros.
Foto/Francisco De Luna |
Ignacio Lara Hernández, representante de la
Asociación de Colonos, contó que buscan el rescate del edificio para que sea
nombrado monumento histórico y se conserve el área que en algunas partes se ha
caído a pedazos.
La fábrica se ubica en la calle “Mártires 28 de
agosto” donde anteriormente la congregación llevó por nombre “Molino de la
Pedreguera”; actualmente entre el terreno de “San Bruno” han sido localizados
pilares elaborados con piedra volcánica que podrían ser parte de las herramientas
de la molienda.
Entrar a la extinta fábrica es como adentrarse a una
zona de guerra, donde gran parte del inmueble está destruido. El techo de uno
de los espacios se ha desplomado por completo y sólo han quedado las columnas
endebles; todo ello empeoró por el saqueo de cobre y bronce.
Foto/Francisco De Luna |
La textilera cerró en el año de 1990 y el sindicato
de los trabajadores desapareció un año después. Pero fue a principios del siglo
XX que la ciudad de Xalapa se convirtió en una de las textileras de mayor
importancia en el país. Aquí los trabajadores dedicaban hasta 15 horas al día
para lograr la producción.
Para el 28 de agosto de 1924, los líderes de la
compañía fueron secuestrados y luego asesinados y ahora el lugar está marcado
por esa historia que al paso de los años la calle que atraviesa frente al sitio
lleva por nombre la fecha en que se derramó sangre de los trabajadores.
Las condiciones inadecuadas llevó a los empleados
exigir a los patrones horarios justos y aumento salarial, peticiones que se
lograron luego de seis meses de huelga en el año de 1927. Los obreros mantenían
ideas comunistas, aunque con sangre, imposiciones y hasta desaparecidos
lograron defender sus ideales y mantener su centro de trabajo el cual los
capitalistas intentaron clausurar.
Foto/Francisco De Luna |
La historia de este inmueble se extiende en cada uno
los pasillos, en los acueductos, en la chimenea, también en el área
conocida como “la Bolsa del Diablo” lugar anexo a la empresa donde las familias
que trabajaban para ella vivían hacinados, ahí también nacieron hijos de los
trabajadores y que ahora el lugar busca ser rescatado y convertirlo en museo.
Durante la década de los 90 cuando el inmueble quedó
completamente en el abandono, los pandilleros se apoderaron del lugar, donde de
acuerdo con las leyendas urbanas en uno de los túneles fueron encontrados seis
cadáveres, sin embargo nunca se supo más de la situación.
Foto/Francisco De Luna |
Los vecinos se organizaron el 11 de abril 2014 para
limpiar la zona, donde había ropa percudida de vagabundos, colchones, latas de
aerosol con los que fueron marcados los territorios, también sacaron y
removieron pedazos de concreto, vidrios y cachos de muros.
Ahora el lugar es frío, se siente la presencia de
quienes alguna vez habitaron este lugar que reclama describir relatos, esos que
se entrelazan con cada uno de los significados de los grafitis y sus leyendas
urbanas.
Foto/Francisco De Luna |
Gracias, por compartir, Paco. Me gustó mucho.
ResponderBorrarUn brazo!
En verdad gracias por el comentario. Eso de contar historias en el periodismo es bastante satisfactorio...
ResponderBorrar