(El relato de una señora que vivió 112 años. La información fue publicada en la agencia de noticias Imagen del Golfo en noviembre 2010. Encontré mi texto y lo comparto)
Poza Rica, Ver.- A
sus 110 años, la vida de doña Librada Márquez Pulido ha sido como una
“revolución”. Envuelta en un mundo de recuerdos que marcaron la historia de Papantla
y Poza Rica, relata algunas de sus vivencias durante el movimiento de la “Revolución
Mexicana”.
En su acta de
nacimiento está fechado el día 17 de agosto de 1900, es originaria del
municipio de Papantla de Olarte, pero a los diez años de edad, huyó junto con
sus padres a la comunidad “El Aguacate” para refugiarse de la “guerra” como
ella lo nombra.
Aunque no recuerda
los años que duraron las revueltas en la zona del Totonacapan, precisa en
contar que en esos tiempos varios terratenientes despojaban a las familias de
sus propiedades, algunas casas eran incendiadas, mientras que los hombres tenían
que ser sometidos para participar en los enfrentamientos.
El rostro de doña
Librada denota las décadas vividas, su cabello blanco y ojos opacos contrastan
con la firmeza de su memoria. Camina, escucha y dialoga sin dificultad.
Sentada en un sillón
de tres piezas, atiende la entrevista. Antes de iniciar la conversación hace
remembranza de sus familiares y mira las fotografías que cuelgan de la madera
en donde resalta la imagen de su hija quien ya falleció.
En su humilde morada
construida con tablas, techos de lámina de zinc y cartón, se ubica en la Privada Heriberto
Kehoe, manzana 89 y lote 14 “B” de la ampliación Óscar Torres Pancardo.
Doña Librada, es de
estatura baja, tez blanca y voz aguda. Su alegría la demuestra en cada sonrisa,
pero también entristece cuando habla de su infancia al recordar enfrentamientos
de los revolucionarios y las familias que huían entre el monte para lograr
sobrevivir a las balas.
Nació del matrimonio
de Ángel Herrera Arredondo y Brígida Márquez Pulido; fue hija única. Se casó a
los 15 años “porque antes nos apartaban desde niñas, aunque el hombre ese no
nos gustara”. Cuenta mientras da un repaso con su vista al retrato de sus
familiares.
Su esposo fue
Herminio Ramírez Sierra, él falleció en 1958. Procrearon cuatro hijos: Ángel
Ramírez Márquez, Miguel, Isabel y Guadalupe, las dos mujeres fallecieron, la
primera a los 35 años y la segunda a los nueve años.
El mayor de sus
“retoños” es Ángel Ramírez y radica en la colonia Manuel Ávila Camacho en la
calle 2 de abril y Miguel vive con ella así como su nieto Héctor Ramírez García
con 30 años de edad, él la atiende y ambos se apoyan.
La señora Librada a
sus 110 años, tiene nueve nietos y 12 bisnietos, sin embargo se aflige al
contar que no la visitan “ni para venir a preguntar si ya estiré la pata” dice,
pero sonríe y orgullosa reitera que las décadas vividas le han sido como “una
revolución”.
El silbido de las balas
Para doña Librada
Márquez Pulido, haber vivido la época de la Revolución Mexicana ,
representó temor, coraje e impotencia al ver caer a quienes participaban en la
revuelta. “Cuando iba haber guerra avisaban para que nos preparáramos y
compráramos cosas para comer adentro de las casas ya que no se podía salir”.
Sus memorias se remontan
a los de 1910 a
1920 y dice que permanecían encerrados porque los “soldados” a su paso
arrasaban con las propiedades y violaban a las mujeres. También saqueaban las
pertenencias y arrebataban la comida.
Los revolucionarios
se esparcían en varias comunidades de la región en busca de jóvenes en edades
desde los 16 años para llevarlos a la batalla “todo el ambiente era triste y
los padres intentaban proteger a sus hijos”. Relata sin perder detalle de sus
experiencias que aquellos que se oponían eran amarrados a los caballos para ser
arrastrados.
Los enfrentamientos
eran de un cerro a otro y se escuchaban los silbidos de las balas, por eso
nadie salía, a mí me metían debajo de la cama y aunque ya tenía mis 10 años, aún
cabía para esconderme. Aún me acuerdo ---agrega--- para dejar en claro que es
lúcida.
Recuerda que en el
municipio de Papantla los enfrentamientos eran en el “Cerro Pelón”, “El
Campanario” y “Jazmín”. Los campesinos defendían sus propiedades que los
terratenientes deseaban para ampliar “su gobernabilidad” y las batallas a
balazos en ocasiones duraba hasta dos semanas consecutivas.
Cuando tenían
oportunidad de salir de sus escondites, huían. Doña Librada dice no haber
sentido miedo y corrió hacia el monte, donde hoy se ubica el parque Israel C.
Téllez del municipio de Papantla.
Cuenta que ahí no
había construcciones por lo que el sitio fue elegido para “amontonar” a los
caídos de la “Revolución”, “hicieron un hueco grande y los echaron como costal
viejo y yo fui a juzgar. Fui de cusca a ver a los muertos, ahí quedaron y por
eso no se me olvida la guerra”, Dice.
La escena de los
muertos la tiene muy presente, además de haber sobrevivido a las persecuciones
y saqueos. En ocasiones permanecían bajo hojarascas entre las montañas para no
ser descubiertos.
Durante varias
semanas las casas quedaban solitarias y eran los momentos oportunos para los
acaparadores de tierra. Han transcurrido 100 años de la Revolución Mexicana
pero las imágenes de sangre aún permanecen intactas.
“Unos eran
amontonados y con los pies pa´rriba, echaban por montones a los soldados al
hoyo que estaba hondísimo. Hoy es el centro de Papantla. La guerra es de
admirarse porque es triste. No podías salir o una bala perdida te podía
atravesar”.
Entre colgados
Hace remembranza al
recorrido que emprendía entre veredas de la región, para huir de la revuelta o
dirigirse al “pueblo” en un día de compras. Y entre el monte podía ver a los
“colgados”.
Al paso de los años
culminaron los enfrentamientos, las familias estaban dispersas y varias
perdieron contacto con sus seres queridos. Doña Librada Márquez fue una de
ellas.
Aunque aparentemente
todo volvía a la normalidad, aún entre la vegetación podía encontrarse a los
“colgados”. Ya para los años 50, cuando ella llegó a lo que hoy es la ciudad de
Poza Rica “también hasta acá venían a matar a quienes robaban”. Relata.
Sus palabras viajan a
tiempos memorables del auge petrolero. Y dice que sólo existía la “Maqunita
Cobos-Furbero” y todo lo demás era monte. En los siguientes años se comenzaría
la construcción de carreteras “también vi cómo creció Poza Rica”. Cuenta
orgullosa de su edad.
Cuando llegó a Poza
Rica, vivió en la colonia Manuel Ávila Camacho, se dedicó a labores del hogar.
Prestó servicios domésticos a comerciantes a quienes ella sólo identifica como
“Los Chales”.
Recibía de pago 12
pesos diarios “por lavar un maletón de ropa y planchar”. Para ella el salario
era suficiente, al mencionar que de niña vivían inmersos en la pobreza y para
alimentarse, con su familia se dedicaban a trabajar en el campo, descalza y a
veces sin comer. No logró estudiar, “si era maestro no nos mandaban porque
desconfiaban del profesor”.
En la siguiente entrevista
Se toca las rodillas
y dice estar agotada, “pero qué le hago si todavía no me llama Dios”, refiere
casi murmurando. Añora su
juventud, pero también se sorprende haber vivido 110 años. Pues ni ella misma tiene explicación.
Para tener más
fuerzas y poder caminar con mayor agilidad, anhela tener por lo menos 90 años.
Recuerda que a esa edad, ella “era toda una fortaleza”.
“Tengo 110 años y
para esta edad es increíble, ahora la gente no tarda y cuando tienen 50 ó 60 años
les duele el cuerpo”. Pero reitera no estar sana. Padece de dolores en el
estómago y un líquido amargo recorre su paladar. Lamenta no tener dinero para
la asistencia médica ni el pasaje. Pero recurre a la medicina tradicional.
Cansada de permanecer
en el sillón, doña Librada Márquez Pulido se levanta y camina hacia la puerta
para ejercitar sus tendones y estos no se encojan. Contenta por el diálogo,
dice que aún hay mucho por contar, por lo que espera la siguiente entrevista
para cuando ella tenga 111 años.
Chingonsisismo.
ResponderBorrarGracias por responder y el que hayas disfrutado del texto...
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